Don Pablo, un hombre campirano hizo su historia en la zona urbana


Carlos Valdez Ramírez

 

De origen campesino, Don Pablo Cruz Carmona, estableció sus leyes “mercantiles” en la zona urbana de la ciudad de Colima. Montado en un burro semental, recorría desde muy temprano las colonias de la zona oriente para ofertar sus productos; labró su historia recorriendo las viviendas del Infonavit, Camino Real, Fovissste y San Sebastián.

Campirano, de buenos modales, servicial, trabajador y siempre de buen humor, Don Pablo, acompañado de su inseparable amigo “el burro” y una carreta, ofrecía sus servicios como repartidor de una gran variedad de productos útiles para el hogar; se hizo costumbre que las familias estuvieran al pendiente de su recorrido para solicitarle algún servicio doméstico.

Sin duda, fue “la salvación” para las amas de casa cuando se les terminaba el gas, a Don Pablo no le importaba cruzar por completo la ciudad para  rellenar los tanques, con la cantidad que las amas de casa podían pagar; entre los productos que vendía se encontraban el carbón, leña y gasolina, además de hacer alguno que otro “mandado”; así se ganaba la vida.

No era extraño encontrarlo en los eventos que se realizaban en las parroquias del lugar, en “San Pedro y San Pablo” y en “Señor del Perdón”, era común verlos en las posadas, fiestas feligreses o en los desfiles de candidatas a reinas, para estas ocasiones se vestía de gala y adornaba de manera especial su carretón y con su presencia alegraba los eventos.

El burro, personaje importante en la vida de Don Pablo, no sólo fue su fiel escudero (como en la historia de El Quijote), también era rentado de vez en cuando como semental, no fueron pocos los empresarios que se lo pedían para cargar a sus yeguas.

Don Pablo, como comúnmente lo conocía la gente, nació el 12 de junio de 1928, jamás estuvo postrado en cama a consecuencia de alguna enfermedad, sin embargo, la muerte lo alcanzó el pasado 6 de junio, coincidentemente el mismo mes de su nacimiento.

El día de la tragedia se alistaba (como lo hizo durante muchos años) para subirse a su burro, cuando de manera repentina su cuerpo recibió la descarga fulminante de un infarto. Desde ese día, el animal no sólo perdió a su amo, también perdió la calma y ha estado inquieto, en espera de que su dueño lo vuelva a montar.

A Don Pablo le sobreviven sus dos hijas, quienes heredaron su capacidad de liderazgo, don de gentes y hasta lo trabajador, son reconocidas por hacer uno de los mejores tamales de la ciudad, deleitando a sus comensales con sabores típicos de la región: de carne, rajas, ceniza y elote; su buena sazón hacen de los esquites un mangar especial.

Durante el velorio de Don Pablo, la familia estuvo rodeada por una gran cantidad de clientes y conocidos, quienes no daban crédito del poder de convocatoria que aún en la muerte acompañó a Don Pablo; fue necesario velarlo durante dos noches por todas las visitas que le realizaron.

Hoy, el burro se encuentra en un rancho y aunque convive con animales de su especie, estamos seguros que jamás olvidará las andanzas que vivió con Don Pablo, así como nosotros jamás olvidaremos a este singular personaje, con estas líneas hacemos un pequeño homenaje al hombre que dedicó su vida al trabajo y a servir a la gente. Descanse en paz, Don Pablo.